Curití, un pintoresco pueblo situado en el departamento de Santander, Colombia, se ha destacado por su rica y arraigada tradición cafetera. Este pequeño enclave, enclavado en las montañas andinas, ha encontrado en el cultivo del café no solo un medio de subsistencia, sino también una parte integral de su identidad cultural y económica. La historia del café en Curití se remonta a varios siglos atrás, cuando las primeras plantas de café fueron introducidas en la región por colonos que reconocieron el potencial del terreno y el clima local para el cultivo de este grano preciado.
El clima y la geografía de Curití juegan un papel crucial en la calidad del café que se produce aquí. Las altitudes que oscilan entre los 1,200 y 1,800 metros sobre el nivel del mar, combinadas con las brumas matutinas características, crean un microclima ideal para el cultivo del café. Estas condiciones únicas permiten que las plantas de café desarrollen un perfil de sabor distintivo, apreciado tanto a nivel nacional como internacional. El suelo fértil y bien drenado de la región, junto con las temperaturas moderadas y las lluvias bien distribuidas, contribuyen a la producción de granos de café de alta calidad.
Las familias caficultoras de Curití han sido fundamentales en la consolidación del café como uno de los productos más importantes de la región. A través de generaciones, estos agricultores han perfeccionado sus métodos tradicionales de cultivo y procesamiento, transmitiendo conocimientos y prácticas sostenibles que aseguran la preservación del medio ambiente y la calidad del café. La cosecha manual, la selección cuidadosa de los granos y el secado al sol son solo algunas de las técnicas que se emplean para garantizar un producto final excepcional.
El impacto del café en Curití va más allá de la economía local; también es un elemento esencial de la vida comunitaria y la cultura local. Los caficultores no solo ven el café como un cultivo, sino como una herencia y una tradición que fortalece los lazos comunitarios y fomenta un sentido de orgullo y pertenencia. Esta integración del café en la vida cotidiana de Curití subraya su importancia no solo como un producto agrícola, sino como un símbolo de la resiliencia y la pasión de sus habitantes.
En el corazón de Curití, la producción de café es una tradición que se ha perfeccionado a lo largo de generaciones. Este proceso comienza con la recolección manual de los granos maduros, seleccionados con esmero para asegurar la mejor calidad. Los recolectores, con una habilidad adquirida a través de años de experiencia, eligen solo los granos en su punto óptimo de maduración, lo que garantiza un café de sabor distintivo y balanceado.
Una vez recolectados, los granos de café pasan por un proceso de secado. Este paso es crucial, ya que permite reducir la humedad del grano, preservando sus propiedades organolépticas y evitando el desarrollo de mohos. En Curití, muchos productores utilizan métodos tradicionales de secado al sol, extendiendo los granos en grandes superficies y removiéndolos constantemente para lograr una deshidratación uniforme.
El siguiente paso es el tostado, una fase donde el arte y la ciencia se unen. Los tostadores de Curití aplican técnicas específicas, controlando la temperatura y el tiempo para resaltar los sabores y aromas únicos del café local. Este proceso transforma los granos verdes en los conocidos granos marrones y fragantes que todos reconocemos. El molido posterior se adapta al método de preparación, ya sea para espresso, filtro o prensa francesa, garantizando una extracción óptima y una experiencia sensorial inigualable.
Curití no solo ofrece café de alta calidad, sino también una rica experiencia turística. Los visitantes pueden participar en tours por fincas cafeteras, donde aprenden sobre cada etapa del proceso, desde la planta hasta la taza. Las catas de café permiten descubrir los matices y perfiles de sabor de diferentes variedades, mientras que los talleres de barismo enseñan técnicas para preparar la taza perfecta.
Además, la región está comprometida con el comercio justo y el apoyo a los pequeños productores locales. Iniciativas sostenibles, como la agricultura orgánica y prácticas de conservación ambiental, se implementan para proteger el entorno y asegurar la calidad del café. Estas políticas no solo benefician a la comunidad local, sino que también garantizan a los consumidores un producto ético y de excelencia.